Específicos en el fútbol

31 Ago Específicos en el fútbol

(Entrada original publicada en el Blog de Óscar Fernández)

Desde bien pequeño nunca dejó de fascinarme el proceso de aprendizaje progresivo durante las sesiones de entrenamiento. Una de las evidentes ventajas de haber crecido con un padre entrenador es, más allá de sufrir en tus carnes alguna “paliza” física que otra, observar desde dentro las rutinas de trabajo, el aumento de las cargas y las mejoras paulatinas de los jugadores que componían los clubes donde mi progenitor entrenaba. En el aspecto físico, la mejoría saltaba a la vista: de pasarlo extremadamente mal en pretemporada, a estar como “toros” en los meses de noviembre y diciembre, preparados para soportar la exigencia de unos meses muy duros de competición.

No obstante, la evolución técnica del jugador era un factor que rara vez dependía del entrenador. Un grupo de futbolistas, a partir de su etapa juvenil, se comporta como un bloque compacto, moldeable según las exigencias del míster y el modelo de juego que pretende implantar en dicho equipo. Un trabajo laborioso y que, por desgracia, deja poco espacio para potenciar aspectos individuales que, en otros deportes, son obligatorios. El baloncesto profesional, sin ir más lejos, supone una muestra perfecta de lo anterior.

¿Por qué en el fútbol profesional no se trabaja tanto, o tan a fondo, el entrenamiento específico?

Es algo de lo que hablábamos hace años mi padre y yo, y que siempre me he preguntado a la hora de evaluar el trabajo de los diferentes cuerpos técnicos en equipos de alta competición. Predicar con el ejemplo, enseñar de forma práctica al futbolista, utilizar los conocimientos acumulados para lograr una mejora palpable, especialmente en el apartado técnico. Rescatando de nuevo el símil del baloncesto, un par de casos me vienen a la mente: en Los Ángeles Lakers, el trabajo del mítico Kareem Abdul-Jabbar enseñando movimientos específicos al poste al por aquel entonces imberbe Andrew Bynum; y en el caso de Dirk Nowitzky (Dallas Mavericks), contar con una leyenda como Holger Geschwindner como profesor particular en la mecánica de tiro.

En España se pueden contar con los dedos de una mano los clubes que segmentan el entrenamiento de estas facetas. Hace años que la figura del preparador de porteros está plenamente instaurada y reconocida internacionalmente. Pero, extrañamente, no existen figuras parecidas a la hora de enseñar a un jugador a desmarcarse, a realizar un control orientado, a rematar de cabeza o a regatear en carrera. Al menos, no de forma generalizada. Dicha labor recae en el entrenador, en las etapas más tempranas de formación, y con el paso del tiempo se deja en manos de la habilidad innata del jugador. Excepciones: Rafa Benítez, cuyas célebres “clases” a John Carew en su día fueron muy comentadas; o Joaquín Caparrós, implicado siempre en los procesos formativos de los jugadores de cantera y que en su etapa en Lezama dejó un legado con nombres tan interesantes como Iker Muniain o Markel Susaeta, como puede verse en el siguiente vídeo. No es un mero aprendizaje:  es perfeccionamiento.

Vamos a aplicaciones prácticas. Imaginen al mejor exponente de una habilidad concreta, al servicio de un club para transmitir todo su conocimiento desde las categorías de fútbol base hasta los integrantes del primer equipo. Imaginen a Xavi Hernández mostrándoles a los chavales sus secretos para proteger el balón con el cuerpo y mantener la posesión. A Zinedine Zidane enseñando el arte del control y amortiguación del balón en carrera. A Rubén Baraja corrigiendo y demostrando cómo, cuándo y con qué potencia debe realizarse un cambio de orientación de cincuenta metros. Al histórico Ricardo Arias iniciando a un grupo de chavales en la difícil tarea del marcaje al hombre. A Iván Zamorano ejecutando con maestría los tres tiempos del remate de cabeza mientras sus alumnos observan asombrados. A Luis Aragonés vacilando a sus pupilos por ejecutar mejor que ellos los lanzamientos de falta… Bueno, esto último ya lo hemos visto durante años. Y Aragonés, palmarés mediante, parece saber de qué va el asunto.

Quizá se trate de una utopía, vistas las dificultades económicas que atraviesa actualmente el fútbol español, que los clubes se decidan a dar el paso y a incorporar de forma decidida a exjugadores dentro de su organigrama con unas cualidades tan marcadas que sean ejemplos para los chavales de la escuela. Pero siempre he pensado que los específicos en fútbol deben trabajarse con la misma intensidad que la preparación física o táctica, incluso cuando los jugadores han dejado atrás ya sus etapas de benjamín, alevín o cadete. El hambre y las ganas de mejorar incluso cuando has alcanzado la madurez futbolística son, sin duda, dos cualidades de incalculable valor que los clubes deben incentivar. Y si vas a seguir aprendiendo cada día, ¿por qué no hacerlo de los mejores?

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