Juan Antonio, yo te banco

13 Jun Juan Antonio, yo te banco

Hace ya varias semanas, uno de esos debates editoriales con colaboradores se tradujo en una magnífica reflexión de Lobo respecto a la figura del capitán del barco. Sus preceptos fundamentales eran sólidos: que, ante la tesitura de un Valencia plagado de jugadores de un mayor nivel, con estrellas consagradas y en ciernes, quizá la opción de buscar un entrenador con un currículum mayor que el de Juan Antonio Pizzi no fuese descabellada. Un técnico experimentado, ‘con el culo pelado’ y con sobrada capacidad de manejar los egos y talentos de una plantilla a la que aplicar pegamento del bueno para conjuntarla en apenas un par de meses y hacerla funcionar desde el primer día.

La idea, insisto, me parecía correcta, argumentada y sensata. Y, sin embargo, encontré reticencias mentales a la hora de visualizar un Valencia sin Pizzi a partir de agosto. En la vida hay que ser consecuente. He criticado los resultados del técnico en Liga. Las estadísticas están ahí y no hace falta recordarlas. Pero, quizá por tradición familiar o por haberme pateado de niño muchos vestuarios de Regional, División de Honor y Tercera, siempre he procurado aplicar los mismos tres parámetros a cada entrenador de élite con el que he coincidido: sensaciones, trabajo y resultados. En el caso de Pizzi, las dos primeras me obligan a realizar el televisivo giro de sillón hacia el escenario en señal de aprobación. La tercera, en todo caso, sería debatible.

Hablamos del tipo que, tras haber tocado el cielo con San Lorenzo y con la oportunidad de disputar la Copa Libertadores, hizo el petate en pleno mes de diciembre para cruzar el charco y coger las riendas de una cuádriga, por aquel entonces, absolutamente ingobernable. Pizzi se encontró a su llegada con un vestuario fragmentado, no dividido pero sí falto de espíritu colectivo, con futbolistas cuya cabeza estaba en otro sitio y una preparación física mejorable a todos los niveles. Para abrir boca, un 2-3 en el Camp Nou que produjo a los aficionados la primera erección en una temporada flácida hasta ese momento.

Pizzi tardó apenas dos semanas en abrirle la puerta a Banega para que se marchase allá donde quisiera para retener su puesto en la selección de cara al Mundial: la jugada, como todos ustedes saben, no le salió demasiado bien al rosarino. Pizzi trabajó codo con codo con Rufete para abrir la ventana y dar el boleto a los Guardado, Pabón, Postiga y compañía, fichajes que él no había pedido, a los que probó durante un par de semanas y con los que, a su juicio, era imposible configurar un bloque sólido. Juan Antonio no llegó sólo, y el trabajo del ‘Profe’ Richino, aunque excéntrico para los neófitos, resultó eficaz para los jugadores, motivados al fin por un preparador físico dinámico y que los puso a tono con relativa rapidez.

El resumen es que Pizzi se puso a trabajar desde el minuto uno en convertir un ‘marrón’ en una oportunidad, un fichaje abocado al fracaso en su gran carta de presentación como técnico en Europa. Como siempre, la división de opiniones es la nota predominante respecto a su valía. En mi caso, creo que se quedó a medias: se atisbó su Valencia en muchas fases del campeonato y sería en la Europa League donde mayor solvencia demostró, aunque siempre nos quedará el regusto amargo de la irregularidad en Liga y de las ‘desconexiones’ de los jugadores, que electrificaron a Djukic en su momento y chamuscaron al de Santa Fe hasta derivar al equipo a la octava plaza.

Amadeo Salvo y Rufete creen en Pizzi: de lo contrario, no lo hubiesen fichado en diciembre tras recibir unos informes excelentes por parte de Ayala. Por eso, presidente y manager general notaron como puñalada en carne propia el comentario de Jorge Mendes poniendo en duda la continuidad del argentino. El juego de poderes es una suerte de dominó vital en el que las piezas caen en sucesión. Prescindir de Pizzi a las primeras de cambio no parece el mejor mensaje de bienvenida para presidente y manager general, sino más bien un aviso de lo que está por venir. Que le pregunten, sino, a Braulio Vázquez. En el fútbol, como en la vida, quien paga manda. Que nadie entienda esto como una crítica a Nuno Espírito Santo, favorito de Mendes para suceder al argentino: de tratarse de Mourinho, el comentario sería calcado.

Ahora que los vientos soplarán a favor del cambio a todos los niveles, toca decir lo que uno piensa o callar para siempre. Ahí va: Juan Antonio, yo te ‘banco’. Te ganaste la oportunidad de entrenar al Valencia una temporada más, desde el principio, con jugadores de tu gusto, con tu esquema táctico definido desde la pretemporada y sin tener que adaptarlo a marchas forzadas como el que construye la vía del tren mientras el convoy le persigue a toda velocidad. Demostraste, con tu comportamiento dentro y fuera de la cancha, con declaraciones públicas y con trabajo en la sombra, que la manida frase de ‘honrar el escudo’ no es cosa de broma. Mereciste la ‘chance’, y arrebatártela ahora sería un acto de crueldad con un tipo que ha demostrado tanta honradez. Y que, además, costaría al Valencia el dinero de despedir a todo un cuerpo técnico con un año de contrato pendiente.

Porque, en un fútbol moderno mercantilizado, desnortado y despojado de todo sentimiento de club, quiero pensar que ocupar el banquillo de un grande como el Valencia es cuestión de méritos y no de Meriton.

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