Se baja el telón

09 May Se baja el telón

Se avecina el insulto final. Con lo deportivo fuera de la ecuación, la lamentabilidad va in crescendo en los últimos días como la piedra gigante que perseguía al doctor Jones en la escena inicial de ‘El Arca Perdida’. El último capítulo se escribió en una reunión en la Alameda -segunda en apenas dos días- de más de seis horas en las que volvió a haber reproches y en la que a alguno de los asistentes le pillaron con el ‘carrito del helado’ dándole a la lengua más de lo aconsejable.

Que la Comisión Gestora tiene más filtraciones que el Octubre Rojo no supone ningún ‘spoiler’ para nadie. Que una parte filtra –interesadamente, cómo siempre ocurre- más que las otras tampoco es la bomba del año. Pero ante la posibilidad de que todo vaya por el aire, de que el proceso estalle en mil pedazos, de que el insulto final cobre forma definitiva, no está de más dar un pasito atrás, encaramarse al mástil del navío y otear el horizonte de nuestra ciudad. Pergamino en mano, ahí va un listado a vuelapluma de hechos que sólo pasan -y se permiten, y se toleran. y se incitan- en una Valencia enloquecida:

* Bancos que se acogen a la confidencialidad de un proceso y al “respeto a nuestros clientes” para, a renglón seguido, mandar documentos por correo electrónico a prensa afín. Y que se permiten el lujo de -intentar- vetar la presencia de uno u otro individuo en el club en función de si le cae o no simpático. Se os debe pasta, todos lo ‘pillamos’. Pero una cosa es deber dinero y otra deber la vida. Tener mando en plaza a gorrazos, con imposiciones, sin puntos de encuentro y cesiones en cualquier negociación, es imposible. Y más ante una masa social que prefiere ser pobre pero digna.

* Una asociación del pequeño accionista de una S.A.D. que hace campaña de forma vehemente y enfurecida contra un posible comprador para dicha sociedad. Basando, además, sus ataques en informaciones que jamás en la vida podrá asegurar ni contrastar a estas alturas. Como accionista minoritario -once títulos-, no me siento representado. Descubrir las redes sociales ha supuesto la vida a personajes acostumbrados a la irrelevancia. ‘Spam’ en estado puro.

* Una Agrupación de Peñas incapaz de unirse, al menos, en la defensa de los valores valencianistas. En la lucha de titanes, ha preferido optar por el inmovilismo, a lo Alan Grant en Jurassic Park. “Si no me muevo, no me verá”. Sorpresa: los tiranosaurios tenían una vista más que decente. Estar quietecito en circunstancias como las actuales sólo significa ser devorado, más lentamente eso sí, por la inacción y el desprestigio.

* Presuntos periodistas ‘neutrales’ que se suman a todas las teorías, tocan todos los palos y cambian de argumentos siete veces en apenas 24 horas. Si hoy es A, mañana es B y pasado es C, no pasa nada. Todo vale por tal de poder decir aquello de “como avanzó…”. Suman a sus méritos el hooliganismo con teclado. El populismo sumafollowers. El ridículo espantoso se remata acusando al resto de medios de inútiles o peor, de mentirosos. O mandándoles a mamporreros en el plano real o el virtual. Estar al calor del poder no significa ser dueño de la antorcha. Esa senda sólo termina con quemaduras. Y por el camino, oliendo a chamusquina.

* Consultoras y multinacionales con un prestigio labrado en décadas de operaciones enrevesadas, complicadas y repletas de baches que están haciendo el ‘papelón’ de sus vidas. Profesionales cualificados, años y años de carrera universitaria y praxis laboral congregadas en torno a mesas negociadoras que se revelan incapaces de sobreponerse a intereses, filias, fobias y una jugosa comisión. Para este viaje no hacen falta alforjas.

* Personajes que ponen en la picota a la veintena de miembros que configuran el Patronato por el mero hecho de ser parte de dicho organismo. Que han insultado, vilipendiado y acosado a esas personas en las últimas semanas basándose en soflamas bélicas y trincheras autoexcavadas por interés. Podrían acortar los plazos y pintar una diana en la cabeza a los patronos, ahí, con sutileza y finura. Y repartir bates de beisbol y puños americanos por la calle Colón. Quizá así los incendiarios quedarían contentos. O quizá no haya freno hasta que pase algo gordo. Luego, claro, todos se quitarán el ‘marrón’ de encima. Así funciona el ‘teatret’: todo son risas hasta que se lía. Y a renglón seguido, los mismos que enardecieron a las masas salen sigilosamente de la habitación haciendo un ‘moonwalk’ y silbando despreocupadamente. Como en Uruguay 2009, con parada en Boadilla del Monte y libros de colorear.

* Un Patronato que entró para pilotar una refinanciación y que lleva siete meses tragando saliva por tener que firmar la muerte de Manolete. Ellos no querían. Pero deben hacerlo. Y deben escoger “la mejor opción para el Valencia”, aunque dicha frase haya sido tan desgastada por personajes siniestros que haya perdido su significado. Siempre creo en lo mejor de las personas, y quiero pensar que apelarán a su corazón de aficionado y dejarán a un lado lealtades políticas y empresariales. En ese sentido, no queda otra que respetar su decisión de votar en secreto si lo creen conveniente, especialmente si tomamos en consideración el punto inmediatamente anterior.

* Un presidente que reiteradamente ha llevado a cabo acciones que, últimamente, desprenden la desagradable sensación de que antepone su agenda personal a los intereses de los de la institución. Habría sido el gran triunfador si el pasado mes de enero hubiese dejado el sillón presidencial en buena lid para encabezar una de las propuestas aspirantes a la compra del club, como sigue haciendo -aunque lo niegue públicamente- en la actualidad. Hubiese ganado de calle si de verdad la oferta de Peter Lim era la mejor. Y si hubiese habido irregularidades, habría contado con toda la fuerza moral -y seguramente mediática- para denunciarlo. Optó por hacerse fuerte en el cargo y apelar al pueblo. Hace veinte años pasó lo mismo… y la cosa no acabó precisamente bien. Personalmente, siempre me gustará más el Salvo que sirve al club, que tiene ideas y las ejecuta, que hace cosas, que el que estamos viendo desde hace un par de meses imbuido en la espiral caótica de la venta.

* Una Fundación que, para su desgracia, trabaja veinticuatro horas al día en proyectos de corte social, educativo, solidario o deportivo -de todo eso no se habla, no interesa- y a la que se le achaca el papel de verdugo inmisericorde, cuando seguramente todos sus miembros sean más valencianistas que el murciélago. Que ha tenido una cabeza visible en los últimos años más preocupada de dorarse a la parrilla en los malecones de La Habana que de solucionar el marrón del préstamo de Bankia por las acciones. Dentro de la propia Fundación no pueden ocultar su mala leche: “Cuatro años sin mover un pelo, y ahora todo son prisas”. Pues sí, menudos huevazos.

* La casta política valenciana, el ‘think-tank’ que la rodea y ese autoadjudicado rol de garante del futuro del club. Hace falta ser mendrugo para pensar que el maravilloso boquete del que el Valencia es incapaz de escapar es una causa coyuntural de los últimos tiempos y no estructural, consecuencia de años y años y años de mamoneo, mangoneo y martilleo social-político en una sociedad deportiva. Los ‘corbatas’ no se han cargado el club, pero facilitaron todas las herramientas para la carnicería. Cuanto más lejos de todo este proceso, mejor.

La lista podría seguir ad infinitum hasta que la tinta electrónica se agotase o Internet se quedase sin teras de espacio. Dudo que exista un momento societariamente más lamentable  en la historia de este club. Y que la opinión pública se haya mediatizado y polarizado tanto en función de intereses y partidismos. La historia del ‘Team Salvo vs. Team Bankia’ es cansina, desagradable, absurda e infame. Más propia de una película de vampiros adolescentes que de un club serio.

El bucle torticero que desde hace veinte años vive el Valencia parece ya unas de esas telenovelas venezolanas tan de moda en los noventa, en las que el paso de las temporadas no hacían más que sumar personajes al elenco y nuevas tramas para acabar regresando siempre a los mismos tópicos, conflictos y tensiones. Mismos collares, diferentes perros.

Por supuesto, uno no se libra de la crítica si ha de ser completamente sincero. No hemos dado la talla. Hemos fallado en nuestra obligación de actuar como correa de transmisión entre la verdad y la sociedad, entre los hechos y la gente.

Somos co-responsables de esta mierda. Punto.

Y, sin embargo… Mirarse al espejo y despotricar no sirve de nada. Prefiero quedarme con lo vivido durante la semifinal europea en Mestalla. Con el sentimiento, el orgullo y su autenticidad. Fue la hostia. Prefiero quedarme, a estas alturas, con ese altísimo porcentaje de aficionados con personalidad, inquietudes y raciocinio para ponderar el actual escenario. Esos que dicen lo que piensan, sí, pero que también piensan lo que dicen. Del mismo modo que admiro al grueso de periodistas que trabajan cada día para encontrar la senda correcta entre mentiras, falsedades e intereses partidistas.

Lo hago con el sentimiento sincero y personal del que cree que el telón está cerca de caer. Imposible, eso sí, puntualizar si para dar por finalizada esta opereta… o para dar comienzo a una nueva.

(Artículo original publicado el 9 de mayo de 2014)

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