16 Oct Políticas de cantera
Cuando no tienes un duro, tienes dos opciones: seguir tirando mano de un dinero que no tienes en una eterna huida hacia adelante (lo que en el argot futbolístico viene a ser «hacer un Atlético de Madrid«), o reevaluar tu situación para adaptar tus recursos, limitados, a las necesidades concretas de una entidad como el Valencia CF. Mirar a la cantera en busca de soluciones, de emergencia o premeditadas, que no requieran de una gran inversión económica.
Al menos, esto es lo que dicta la lógica. Lástima que la lógica últimamente se deje ver poco por estos lares.
El caso Isco, que tratamos el otro día con bastante repercusión, no es más que el ejemplo más reciente y mediático de una política de cantera capaz de dejar perplejo al más pintado. Hace unos días os desvelamos la intrahistoria de otro caso peliagudo, el de Juan Bernat (a partir del minuto 12:30). Por resumirlo: Bernat pudo irse en verano a Real Sociedad, Deportivo o Rayo Vallecano en calidad de cedido; Braulio convenció al jugador de que se quedase pese al golpe anímico que supuso no verse en la primera convocatoria de la temporada ante el Real Madrid; el club propuso al chaval jugar con el filial en aquellas jornadas en las que no fuese convocado, a lo que Bernat se negó alegando que su ficha es de la primera plantilla; y a día de hoy, Bernat y su entorno creen que Pellegrino todavía le tiene «guardada» aquella negativa y por eso no le da más oportunidades, incluso llevando a convocatorias a jugadores más jóvenes que el (como Jose Luis Gayà) y con menos experiencia en la élite.
Al final, casos como el de Isco o la actual situación de Juan Bernat no son más que nimiedades al lado de lo verdaderamente relevante: la planificación, organización y gestión de la cantera del Valencia para, en tiempos de necesidad, sacarle «rendimiento económico y deportivo» (Llorente dixit) a una escuela que lleva desde mediados de los setenta sacando frutos de manera demasiado irregular. Que sirvió para poner los fundamentos de aquel Valencia ochentero que resurgió de sus cenizas tras descender a Segunda, pero cuyos frutos en la actualidad se limitan a contados ejemplos: de hecho, Guaita y Albelda son los únicos canteranos que gozan de minutos con regularidad en el primer equipo.
En este punto, hay varias cosas a dejar claras. La primera y más evidente es que, pese a todo, la del Valencia sigue siendo una cantera con proyección, reconocida a nivel internacional y con un prestigio labrado tras muchos años de trabajo desde la base. Una base, la de los benjamines, alevines y cadetes, en las que el trabajo es metódico y eficaz… con matices. Por ejemplo, el de la retribución de los técnicos: el afán recortador (la situación económica es la que es) ha acabado por tumbar el ideal del entrenador-educador dedicado a tiempo completo al equipo, tan necesario en la formación de base de los chavales. Bastante hacen ya los técnicos de la escuela en entrenar y sacar resultados, pese a ver cómo sus sueldos menguan cada vez más.
Sin entrar a defender la labor del actual técnico, sí que debo confesar que las condiciones para entrenar al filial este año no parecen ser, de partida, las mejores:
– Una plantilla «nueva»: poquísimos jugadores (Portu, Armiche, Tano, Salva Ruíz, Dalmau) se mantienen respecto a la temporada pasada. El resto del equipo está formado por fichajes (Delgado, Quintanilla, Felipe Ramos), jugadores que regresan de cesiones (como el «Choco» Lozano, tras pasar una temporada en el Alcoyano, o Ximo Forner) y juveniles como Gayà que suben al filial con precocidad y poca experiencia. No hay base, ni continuidad, de una temporada para otra.
– Exigencias del primer equipo: la plaga de lesiones y la metodología de Pellegrino hace que, de forma sistemática, haya futbolistas del filial presentes en las sesiones del primer equipo. Me atrevería a decir que Ventosa podría contar con los dedos de una mano, y le sobraría alguno, las sesiones de entrenamiento en las que podido con todos los efectivos a su disposición. Instaurar sistemas tácticos es más complicado si todos los días te faltan cuatro o cinco jugadores del equipo que va a jugar el domingo.
– Competitividad en Segunda B: cada año el nivel aumenta y la configuración de los equipos punteros queda más y más definida. Todos los aspirantes a ascender a Segunda, o a no pasar apuros en la categoría, combinan sabiamente la presencia de jóvenes promesas con una nutrida presencia de veteranos en sus filas. En cambio, la plantilla del Valencia Mestalla está compuesta en un 75% por jugadores nacidos en 1993. Los «veteranos» del equipo, Felipe Ramos y el extremo Armiche, tienen 24 años. Demasiada juventud para competir en condiciones.
La cruda realidad es que, en tiempos de necesidad, el Valencia ha hecho de la indefinición su marca personal en lo que respecta a asuntos de cantera. Ni siquiera hay un organigrama propiamente dicho, como sí ocurre en Can Barça. A la postre, todo se reduce al dinero. Hay buena voluntad dentro del club, me consta. Y ganas de trabajar. Pero es complicado cuando al máximo responsable, el presidente, piensa que se puede recortar también en el fútbol base, en una política demasiado centrada en el ‘aquí’ y el ‘ahora’. En reducir la inversión en cantera cuando la lógica te indica todo lo contrario.
El coste de mantener la escuela funcionando fue de 10,6 millones de euros en 2010, y el objetivo era reducir un 30% hasta mediados de 2012. Todavía no he tenido oportunidad de meterle mano a la memoria anual de este año (tengo previsto hacerlo en los próximos días, y actualizaré el artículo con los datos más recientes), pero las perspectivas económicas siguen sin ser halagüeñas. Cuando el bolsillo aprieta se producen estas paradojas: que algunos vean como problema económico lo que otros, amparados en la lógica y en ejemplos prácticos (Monchengladbach en la Bundesliga o Arsenal en la Premier me vienen a la mente), vemos como una solución económica… y deportiva.
[BONUS. Más sobre el rendimiento económico de la cantera de Paterna a través de Desmemoriats: «Paterna: 120 mills de beneficis».]
Sin comentarios