03 Ene Prandelli vs. Meriton: comentario de texto de un ‘Fuori’… ¿inesperado?
Escribo esto con pereza, desidia incluso. Me pinchan y no sangro. Dejas pasar varios días desde la jornada de autos para que reposen los acontecimientos y la prosa salga menos precipitada… y el Valencia CF perpetra el enésimo esperpento futbolístico en forma de suicidio copero. 1-4 ante el Celta, en un Mestalla abarrotado (qué mérito, ¡qué merito tiene esa gente!) y que vio a los suyos naufragar una noche más.
Cuatro días antes de esa fría velada de enero, el enésimo terremoto en la era Meriton se llevó por delante a Cesare Prandelli. El experimentado, el veterano, el que venía a arreglar el desaguisado, el del ‘Fuori!», tomaba las de Villadiego tras constatar en apenas dos meses que la seriedad es una característica inexistente en la actual cúpula de dirección del Valencia. Todo en unas horas rocambolescas, de charlotada, con dos ruedas de prensa contraprogramadas y diametralmente opuestas en fondo y formas, pero con los suficientes indicios como para extraer cierta verdad verdadera de las dos ‘verdades’ publicitadas ante los medios.
LA «RESPONSABILIDAD» DE SUSO Y MURTHY
Por no hacerlo largo, el ejecutivo Anil Murthy salió a la palestra a decir que Prandelli había arrojado la toalla y se marchaba porque no se veía capacitado para reconducir la situación. Luego, pidió apoyo para Voro y los jugadores. Luego, calló un largo rato. Y, finalmente, recalcó que había llamado a Peter Lim a las cuatro de la mañana -entendemos que hora española- y que le había pedido centrar esfuerzos en los jugadores. Muy marciano todo.
Posteriormente, le tocó a Suso intentar el triple salto mortal con tirabuzón:
– Explicar la dimisión del entrenador al que trajo dos meses antes diciendo que era su «primera opción» -no es cierto, era Marcelino-.
– Aclarar los motivos por los que no había fichajes todavía. Dos meses antes, había dicho que «la realidad es muy positiva en el fair-play financiero» y que el club tenía «una buena situación gracias al trabajo que se ha hecho en meses pasados». Sin embargo, Prandelli desveló horas después que en su primera visita a Lim le habían prometido un margen de 30 millones en el FPF para fichar; y que en la segunda se había reducido a 4 millones. ¿Dónde estaba la «realidad positiva»? ¿Dónde estaba el trabajo previo adelgazando fichas y haciendo hueco en el FPF?
– Convencer a los presentes de sus motivos para no dimitir. «Layhoon no admitía esa dimisión. No era momento de esa irresponsabilidad. No es momento de quitarse la camiseta. Este equipo no es Prandelli, Hoon o Pitarch. Es de los valencianistas. Es un acto de responsabilidad», dijo el director deportivo, sin siquiera atisbar la posibilidad de que lo responsable, en una situación crítica en la que tiene parte alícuota de culpabilidad, pudiese ser hacerse a un lado. Y sin caer en la cuenta de que cualquier persona con dos dedos de frente sabe que, si quieres irte de un sitio de verdad, sólo hay que firmar un papel para hacer la decisión irrevocable.
Una vez finalizada la comparecencia, la maquinaria del club se puso en marcha para anticipar lo que pudiese decir Prandelli a las doce y media. Y se sacó a la palestra el Galatasaray y la tumultuosa salida del italiano en su periplo otomano. «Va a dar las mismas excusas que cuando se fue de Turquía», insistían vehementemente desde el club. Esa es una de las tesis que se han tratado de repetir en los últimos días desde el seno de la entidad.
LA VERDAD DE CÉSARE
Prandelli, ya sentado en el Hotel Meliá y con la silla a su izquierda vacía, pasó por alto los dos detalles que en peor lugar le dejan en esta película de mentiras y verdades contrapuestas: por qué se marcha y sus ayudantes no, teniendo el club que negociar con ellos un finiquito o bien enrarecer todavía más un entorno de trabajo ya de por sí tóxico; y, por encima de todo, sus paupérrimos números al frente del equipo. 6 puntos de 24 posibles son indefendibles. Quizá por eso pasó de puntillas respecto a su rendimiento como ‘allenatore’.
Pero… en el resto de puntos a tratar, Césare sacó su fusil. Y disparó con bala trazadora.
Básicamente, el buen hombre aterrizó en el Valencia porque le habían prometido unas condiciones concretas para trabajar. Por eso fue a Singapur la primera vez: para tener mayor certeza de que tendría respaldo. Llegó, vio, venció -en Gijón- y empezó a perder. Y a perder. La situación era mucho peor de lo que le habían contado. Pero tenía, o creía tener, el respaldo del dueño. Por eso analizó la plantilla y buscó puntos flojos: cuatro, en concreto. Sin hablar de nombres. Se filtró desde la dirección deportiva a los medios afines que Prandelli y su mano derecha, Stefano Antonelli, querían meter con calzador jugadores ‘suyos’ en el club como excusa para afearle su salida. Sin embargo, Prandelli vio ratificada su versión por el propio Suso: quería reforzar cuatro puestos, sin hablar de jugadores concretos.
Así, en el parón por selecciones y tras la rajada previa a la derrota en Anoeta, Césare se montó en el avión -recuerden, el poder no viaja, por eso Peter Lim vislumbra el panorama desde su torre de cristal y acero en Singapur- y se presentó ante el dueño. Cara a cara. Malas noticias. Ya no había treinta millones de margen para reforzar el equipo; ahora habían ‘sólo’ cuatro. Prandelli, que ya viajaba aquellos 12.000 kilómetros con la mosca tras la oreja, decidió ‘tragar’. Con trabajo e inventiva, alguien vendría. «Algo se podrá hacer», pensaría. Lo confirmó en su comparecencia: iba a tirar de carisma, nombre y contactos para «convencer» a los jugadores de que se enrolasen en su proyecto.
Y lo demostró con Simone Zaza. Un nombre que Suso -que ya lo quería en verano- le había propuesto, y que fue de su agrado. Un tipo con carácter, fundamental para «fortificar» y rearmar a su plantilla, repleta de comportamientos infantiles y poco profesionales propiciados por el propio club -«cuando el gato no está, los ratones bailan»-. En vistas de que nadie movía un dedo, el míster levantó el teléfono. Llamó al padre. Llamó al jugador. Confirmó que había acuerdo con la Juventus. Y se fue de vacaciones de Navidad pensando que estaba todo cerrado, a falta de que Suso -y la presidenta- firmasen los papeles.
Prandelli volvió el 27… y ni rastro de Zaza.
Tampoco el día 28. Ni al siguiente.
Se atrevió a preguntar por el asunto a Suso. Otra vez le cambiaban las condiciones: de 30 millones a 4 millones, de 4 millones (para reforzar cuatro puestos al principio del mercado) a dos jugadores en cartera –Zaza y Obi Mikel-, y de dos jugadores en cartera a tener que elegir entre uno y otro, a falta de concretar más salidas. Un refuercito. Y punto. Ah, y sólo con 24 horas para pensárselo. Lógicamente, pidió una reunión con la dirigencia. Tuvo que ser una ‘conference call’, de esas tan de moda en un club cuyo poder reside a miles de kilómetros. Y tras escuchar a todo el mundo, Césare se fue a su casa a pensar. «Si te vas, yo también me voy», le dijo Suso cual Enrique Iglesias.
Al día siguiente, Césare se fue.
Suso… Suso no.
Suso se quedó, se sentó junto a un directivo del club y afeó al italiano su marcha, clamando por lo «inesperado» de su decisión, tachándole de «cobarde» en petit comité y asegurándose de que sus publicistas difundan el mensaje, lo repitan y cale en el personal.
Prandelli llegó con unas condiciones, se las cambiaron. Tragó. Intentó revertir la situación, no pudo, pidió ayuda, le volvieron a cambiar las condiciones. Tragó. Movió hilos para cambiar la fisonomía de la plantilla y reforzarla con jugadores de carácter, le volvieron a cambiar las condiciones. Dejó de tragar. Cogió la puerta y se fue a su casa en Orzinuovi.
Zaza no era el problema, sino lo que representaba su fichaje de cara a su autoridad para con el vestuario y la hinchada tras aquella rueda de prensa del «Fuori!». Zaza no fue el detonante de su marcha, sino la gota que colmaba el vaso. Zaza sólo hizo patente, a juicio del técnico, una forma de trabajar y funcionar podrida, errónea, impropia de un club de fútbol basado en lo que ocurre en el césped y más propia de «una farmacia», como declararía posteriormente.
¿De verdad era inesperado que un tipo con treinta años de trayectoria, con un nombre en el fútbol y que creía tener las soluciones para un barco a la deriva, se largase tras ver una gestión más propia de ‘n00bs’ de la improvisación que de ejecutivos serios?
Prandelli, más allá de que ahora el discurso oficialista lo pinte como un cobarde o traidor a la causa, ha desnudado hasta la última capa el proyecto (sic) de Peter Lim. Lo ha dejado en pelota viva, cual traje del emperador. Por si quedaba alguien cegado por los fuegos de artificio, su atronador portazo ha terminado de despertar y abrir los ojos a la gente. No es ningún héroe, pero su rol será recordado en el futuro. Se marcha con unos números peupérrimos en el banquillo, pero quién sabe si con un papel clave, esclarecedor y fundamental en la historia inmediata del club.
YA NO ESTÁ PRANDELLI…
¿Qué nos queda ahora? Nos queda constatar, día tras día, las andanzas de una dirección deportiva incapaz de mantener la palabra dada y que, apenas cinco días antes de la dimisión de Prandelli, aseguraba tener «una buena relación» con el italiano. ¿Seguirá intentando fichar los jugadores consensuados por Prandelli, para así tratar de ‘desacreditar’ su marcha, o cambiará a otros? ¿Fichará lo necesario?
Nos queda constatar, una y otra vez, que el choque de culturas entre Oriente y Occidente ha propiciado una dirigencia sorda y muda, displicente con esos aficionados que osan cuestionar sus decisiones -ya saben, nos tienen que repetir las cosas muchas veces a los valencianos, y tal- y con una mentalidad marcial y jerárquica, arraigada profundamente en el acervo singapurense. Por resumirlo: una mentalidad en la que ni Dios tiene arrestos para cuestionar una decisión de sus jefes, por equivocada que sea; y en la que ningún ejecutivo que se precie reconoce errores propios, aunque la viabilidad de la empresa esté en el aire. La burbuja creada en torno a Layhoon aquí en Valencia, por cierto, tampoco ha ayudado demasiado.
Nos queda constatar como la irresponsabilidad de los actuales gestores hace que se la bufe absolutamente quemar en la falla a un hombre de club como Voro, siempre solícito a sacar la manguera para apagar fuegos, poniéndole en la silla eléctrica del banquillo ‘sine die’. Muy propio, por otra parte, de un club en el que tu entrenador dimite y tu director deportivo suelta despreocupadamente en sala de prensa que no busca ningún recambio «porque no me lo han pedido» sin que se le mueva un pelo del flequillo. Si no rectifican rápido y buscan míster de urgencia, van a cargarse el prestigio y la imagen de Voro, un tipo capaz de hacerse el ‘seppuku’ si con eso lograse algún bien para su Valencia. Y, como decíamos, se la bufa.
Las voces críticas con la actual gestión han creciendo en progresión geométrica, conforme los disparates y dislates aumentaban también en número y frecuencia. Los fichajes, el conflicto con la Curva Nord, el ‘murazo’ de Paterna, el fichaje de Neville, el hundimiento con Neville, la renovación injustificada de Pako… Son demasiadas cagadas en dos años. Y, por encima de todo, un equipo que arrastra el escudo por las profundidades de Primera División. El pozo de Segunda es real y está ahí cerquita. Por eso Mestalla se hartó ante el Celta. Por eso Layhoon, que salió escopetada del palco debido a las protestas, se dio cuenta por primera vez de hasta qué punto ha llegado la degeneración del proyecto. Y por eso el «Peter vete ya». Un cántico que, pese a lo simple y repetitivo de su articulación, sí tiene una lectura mucho más histórica y profunda:
Ningún dirigente ha sobrevivido a él.
Sin comentarios