24 Oct El “Flaquismo” hace un suplex a sus detractores
(Los genios (?) de Checheche.net han vuelto a arriesgar sus vidas al ofrecerme un rincón en su mundialmente conocida web para que me explaye sobre este Valencia que tantas alegrías (?) nos provoca últimamente. Tenía dos opciones: buscar un cubo de basura, escalera metálica o silla plegable y lanzársela a la cabeza, o sentarme a escribir. Y opté por lo segundo. Aquí podéis ver el artículo original).
EL «FLAQUISMO» HACE UN SUPLEX A SUS DETRACTORES
Redactar estas líneas tras la espectacular victoria en Minsk es un auténtico marrón. Conociendo los precedentes, este equipo es capaz de dejarme en evidencia el fín de semana ante el Betis perpetrando una de sus habituales patochadas a domicilio.
Pero si cae derrotado en el Villamarin, Dios me asista, no tiene pinta de que lo vaya a hacer con estrépito. Algo es algo.
El Flaquismo, como en su día la Hulkamanía, es un fenómeno irracional, primario, incontrolable. Son tantas las ganas de ver al Valencia de siempre, al “puto” Valencia, que atesoramos esos contados momentos de locura futbolística como el vivido ante el Athletic o el vendaval contragolpeador ante el BATE como oro en paño. Es dramático que nos conformemos con tan poco, pero por el momento es lo que hay.
Escribí hace semanas que prefería esperar a noviembre para valorar al nuevo Valencia de Pellegrino. Tras once partidos oficiales, el balance es todavía demasiado irregular. Por no extendernos, resumiremos lo bueno y lo malo. Para soñar: el potencial ofensivo de este equipo cuando sus delanteros cogen la racha buena, y el aplomo, garra y compromiso demostrados en sus últimas actuaciones. Este equipo tiene corazón, y ya lo ha dejado entrever en un par de momentos puntuales. ¿Y para llorar? Los errores individuales en defensa, tanto por parte de los guardametas (nadie es perfecto), como la pareja de centrales formada por Víctor Ruíz y Adil Rami. Tan desesperantes han sido sus actuaciones que, a su lado, Ricardo Costa es Fabián Ayala con acento portugués y un ego del tamaño del Algarve.
En su día, Hulk Hogan no ganaba sus combates por ser más fuerte, ni más rápido, ni más técnico. Los ganaba con carisma y huevos. Si tomamos la lucha libre como la versión teatralizada de un deporte, podría decirse que con las últimas actuaciones el Valencia de Pellegrino ha hecho un suplex a sus detractores, que ya afilaban la guadaña en el descanso del choque ante el Athletic y a los que ya les asomaba en la punta de la lengua el nombre de otros técnicos que han pasado recientemente por el banquillo de Mestalla.
Quizá no sea suficiente para acallar las voces críticas (ojo, muchas de ellas ponderadas y certeras), pero el aturdimiento provocado por estas últimas dos victorias puede servir para que el Flaquismo tome aire, recupere fuerzas en la esquina, se recomponga (Ricardo Costa titular indiscutible, rotaciones en la medular, introducción de Banega en el esquema táctico) y sobreviva un par de asaltos más. De momento, líderes de grupo en Champions y poco a poco mejorando sensaciones. Que siga la lucha.
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