11 Ago Objetivos generales y específicos en la enseñanza ‘one-on-one’
Uno de los retos más habituales del docente, independientemente de su experiencia previa, se halla en el ajuste de la metodología y estilo de enseñanza al alumno en cuestión. Hablamos, en este caso, de las clases particulares, celebradas en el ámbito privado y en condiciones que reducen el proceso educativo a su esencia más pura: el ‘one-on-one’, la comunicación bidireccional e individualizada entre un único docente y un único alumno.
Suena a tópico (“cada alumno es un mundo”), pero el profesor está obligado a tomar en consideración las diferentes circunstancias que afectan al futuro desarrollo educativo del discente. Si nos centramos en el ámbito del inglés, el primer paso es concretar la búsqueda de los objetivos generales y específicos que el propio alumno tiene en mente. En esa comunicación se halla la motivación fundamental que debe guiar el proceso de formación.
“¿Por qué quieres aprender inglés?” “¿Cuál es tu objetivo?”
En todos los casos, debe existir una voluntad previa de aprender, como aquel que se somete a un exigente entrenamiento o a una dieta para mejorar su bienestar físico. El alumno debe tener ganas. Marcarse un objetivo sirve para canalizar dicha motivación. Y el docente debe potenciarla mediante una metodología interesante, útil y (a nuestro juicio) desde un enfoque muy práctico, que permita la aplicación inmediata de lo aprendido para que el alumno ‘note’ lo antes posible que el esfuerzo tiene, a corto, medio y largo plazo, una recompensa de valor incalculable.
Tomar conciencia de los objetivos generales (“quiero aprender inglés”) y concretos (“debo aprobar el examen B2 dentro de tres meses”, “me gustaría mejorar mi fluidez al hablar inglés”, “necesito mejorar mi vocabulario específico en el ámbito del marketing”, etc.) posee un beneficio doble para el binomio profesor-alumno: el primero dispone de una hoja de ruta en torno a la cual articular toda la programación, segmentada en sesiones de estudio, repaso, vocabulario, intercambios de carácter verbal, corrección de errores, etc.; por su parte, el segundo es capaz de visualizar la meta al final del camino, y puede percatarse de manera más activa de los avances obtenidos en el viaje hasta alcanzarlo.
Si consideramos al alumno una locomotora del aprendizaje en inglés, el docente debe cumplir con una doble misión en la enseñanza individualizada ‘one-on-one’: echar la cantidad justa de leña a la caldera para que el proceso transcurra a una velocidad adecuada, ni excesivamente rápido ni con una lentitud descorazonadora; y, al tiempo, colocar las vías del tren sobre la marcha en la ruta hacia el objetivo específico en primera instancia, y general al final del trayecto.
Adaptación. Flexibilidad. Confianza. Empatía hacia el alumno. El profesor particular debe ejercitar estas facetas a diario para cumplir con su cometido. Sólo así se puede adaptar la enseñanza del inglés de manera homogénea y exitosa a un grupo de alumnos heterogéneo: el niño con dificultades, el adolescente rebelde, el profesional centrado en un ámbito laboral específico, el hombre o mujer con formación previa que quieren ‘refrescar’ y actualizar sus conocimientos, el estudiante que persigue aprobar el examen de una titulación oficial… Siempre, recordemos, de forma individualizada; en caso de enseñanza en parejas o grupos, la manera de enfocarlo debe ser diferente. Aquí hablamos de individuos, de personas, de seres humanos. Ellos se marcan los objetivos. El docente les acompaña, empuja, motiva, asiste y trabaja codo con codo con ellos para que dichos objetivos se alcancen.
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(Foto: Eduka10.es)
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