11 Mar Polit: breve historia de un apodo familiar
¿Por dónde empezar? Pasan los años y la reiteración de la pregunta obliga, de algún modo, a buscar una respuesta clara, concreta y definitiva. No, Polit no es mi apellido. Ni el apellido de mi padre. Ni el apellido de mi familia paterna. Sí, soy consciente de que hay personas de los Poblados Marítimos apellidadas así. Esta sería la respuesta corta.
La larga, como comprenderéis, es algo más compleja.
Polit (con acento, que no tilde, en la ‘i’) es un apodo que lleva con nosotros cerca de cien años. Dicho así, parece algo habitual, pero la experiencia nos ha enseñado que no lo es. Porque los motes suelen perderse con el paso del tiempo. Polit abarca cinco generaciones de la familia, un local emblemático al lado de la estación de La Cadena, nexos con Cheste y Montroy, un lazo de unión indisoluble con el mundo del fútbol y, más recientemente en lo que a mi corresponde, una aventura periodística que va camino de los veinte años.
La ‘Senyora Polida’
La historia del Bar Polit –primigeniamente Bodegas Polit- dará para otro artículo futuro. Hoy estamos aquí para hablar de la etimología del apodo. Algo que, cabe recordar, era extremadamente habitual durante gran parte del siglo pasado en los pueblos y barriadas de Valencia. El mote o ‘malnom’ era la norma en los barrios, en las peñas, en los grupos de amigos: desde el ‘Piraña’ de Verano Azul al ‘Torete’, el ‘Vaquilla’ o el ‘Corneta’ del cine quinqui de los setenta.
El origen de nuestro mote se remonta a principios del siglo XX, cuando una señora llamada Vicenta Belenguer regentaba una tienda que hacía las veces de bodega, ubicada en la calle Senda de la Capelleta 60 (actualmente Avenida de los Naranjos, entre los números 33 y 39), justo enfrente de la estación de tranvía de La Cadena. Una señora, por lo que cuentan los testimonios orales que recuerdan aquella época, que iba siempre impecablemente vestida, a menudo luciendo impolutos vestidos de color blanco. Muy fina, muy aseada, “molt polida”. Ese mote de ‘La Polida’ quedó asociado a su local y a su figura para siempre.
En el año 1919, la familia García Mora adquirió el establecimiento de La Polida. Lo hizo mi tatarabuelo, quien a los dos años puso el negocio en manos de mi bisabuelo, Francisco García Mora. Desde el principio, el cambio de manos se asumió con naturalidad en el barrio: la bodega de La Polida pasó a ser, cambio de género mediante, la bodega de ‘El Polit’.
El cambio de emplazamiento de establecimientos y locales, además de los vínculos con Cheste –de dónde venía parte de la familia-, Daimiel –uva de gran calidad para hacer el vino en la bodega- o Real de Montroy –la venta de vino dorado dotó de gran fama al local- quedan, insisto, para otro episodio que no tardaré en relatar. La sucesión natural hizo que mi abuelo, Francisco García Morell, heredase el negocio, ya enclavado en la ubicación que ocupó entre 1936 y su derribo en 2008. Y, tras su nacimiento en 1957, mi padre Francisco José García Piquer fue el encargado de hacerlo renacer a finales de los ochenta y principios de los noventa, hasta su muerte en 2006.
Todos ellos fueron ‘El Polit’, ‘Paquito el del Polit’, ‘Paquito Polit’… Todos ellos fueron Paco Polit. En las dos primeras generaciones, asociados al emblemático local. Y, en el caso de papá, convirtiéndose en una figura reconocida en el ámbito del fútbol regional valenciano, como seleccionador femenino FFCV, entrenador del Levante Amateur y varios equipos más.
De García a Polit
De 1919 a 2022 hay 103 años de historia y cinco generaciones, como decía antes. Hay quien ve el pasado como algo aburrido, o como algo con lo que romper para buscar su propio hueco en el mundo. Todo ello son aspectos en los que no sueles reparar cuando tienes 16 o 18 años y lo único en lo que piensas es en tu nueva carrera universitaria y el abanico de posibilidades que el periodismo y la comunicación te pueden ofrecer. Papá nos dio a elegir a mi hermano Guillermo y a mí con absoluta libertad, y escogimos caminos diferentes a la hostelería. Jamás puso ninguna pega.
En 2004, todavía en primero de carrera, empecé a trabajar en medios de comunicación. Y me llamaban profesionalmente Paco García, que era mi nombre real, el que siempre había puesto en mi DNI. Jamás dije nada. De hecho, me parecía lógico: porque Paco Polit, al fin y al cabo, era papá.
Pero papá dejó de estar con nosotros en 2006. Sólo tenía 49 años. Y, del mismo modo que él había heredado el apodo de su padre cuando falleció –también muy joven-, la vida siguió su orden natural. Y, con veinte años recién cumplidos en mi caso, Paco Polit empecé a ser yo. Me llamaban así, me conocían así, ¿por qué rechazar el apelativo? Al contrario, era un motivo de orgullo. Y una forma de recordarle a él a diario. Así que comencé a firmar así las crónicas, reportajes y entrevistas. A ser presentado con ese nombre en la radio. Y claro, en cualquier red social que se preciase, ese iba a ser mi nombre. Así ha sido los últimos quince años.
Habrá a quien le parezca una absoluta tontería. Respetable. Habrá a quien le parezca absurdo. También respetable. Hay incluso quien afirma que la palabra ‘Polit’ es una llave mágica que abre puertas y que posee una fama intrínseca de la que quiero aprovecharme.
Al que piense eso y tenga el cuajo de expresarlo en voz alta, sinceramente, me puede –a mí y a toda mi familia, y perdón por la grosería- comer los cojones por detrás.
Son más de cien años de pico y pala. De no ser nadie en el mundo de la hostelería, y hacerse un nombre a base de esfuerzo, sudor y trabajo duro. De no ser nadie en el mundo del fútbol –en el caso de papá- y hacerse un hueco a base de esfuerzo, sudor y trabajo duro. De no ser nadie en el mundo del periodismo –en mi caso- y hacerme un hueco pequeñín, que me permite ganarme la vida, a base de esfuerzo, sudor y trabajo duro.
Esfuerzo, sudor y trabajo. En mi familia no sabemos hacer otra cosa.
¿Qué significa Polit? Para mí, significa responsabilidad. Hay muchos Polit desperdigados por la provincia de Valencia, con primos, tíos, sobrinos en Montroy, en el Cabanyal, en Malvarrosa, en Patacona, todos ramificaciones de una saga extensa. Llevar ese mote significa tener la obligación moral de mantener una forma de ser y de vivir la vida que nos ha caracterizado durante más de un siglo: la de la cercanía, la de la familiaridad, la de no hacer daño a nadie, la de ayudar a quien lo necesita.
El emblemático Bar Polit (1936-2008) fue epicentro de esa forma de ser durante décadas, y por eso es recordado con cariño por todos sus clientes.
El local ya no existe, pero me gusta pensar que, mientras el mote siga vivo, todos los que lo llevaron en algún momento también.
Entre ellos… papá.
Vicente Ferris
Publicado el 08:27h, 12 marzoNo paras de sorprenderme!!!
Tu papá estará orgulloso. Has conseguido que en Valencia el Polit no caiga en el olvido.
Un abrazo.
Juan A. Gozalo
Publicado el 13:59h, 12 marzoTe das cuenta de que la historia del mote, empieza en el año de la fundación de nuestro Valencia? Está todo conectado! XD. Esta noche a petarlo desde Plaza radio y tú sitio privilegiado en Pakistán