Venta VCF for dummies (V): Porxinos: Nacimiento y auge

18 Sep Venta VCF for dummies (V): Porxinos: Nacimiento y auge

*En aras de (intentar) facilitar la mayor cantidad de información sobre el tema, arranca un serial sin principio ni final definidos para hablar de los diferentes matices y apuntes que está dejando el proceso de venta del Valencia CF S.A.D.*

Cuando el pasado 5 de julio el presidente Amadeo Salvo se reclinó en la silla para desgranar todas las «contingencias» que debían resolverse para la compra de Lim, todos los bolígrafos en la sala apuntaron en letra minúscula el asunto Porxinos. Caligrafía escueta, casi una nota al margen.

Salvo carraspeó y se lanzó a una rueda de prensa dura con sus enemigos, elogiosa respecto a Peter Lim y algo ambigua en cuanto a respuestas. Pasó de puntillas sobre la investigación de Bruselas al IVF por ayudas ilegales, restó importancia a la demanda interpuesta por Andrés Sanchís -Salvo ya se había ganado previamente al abogado para su causa- y apenas hubo un par de apuntes que hablaban de «cinco millones de euros» para solventar Porxinos. «Tenemos al consejero Jose Manuel Palau pendiente y hablaremos con todas las partes», comentó. El fuego se concentró sobre José Granell, Newcoval y la terrible amenaza que se cernía inexorable sobre el proceso.

Parece otra galaxia, otro universo, otro tiempo, pero apenas han pasado dos meses y medio desde aquello.

Lo cierto es que, para entonces, los fontaneros de Peter Lim llevaban ya semanas revisando a fondo las cañerías y la fosa séptica del club. Un pequeño ejército de economistas, asesores, abogados y especialistas tomaron las oficinas con diligencia típicamente oriental para realizar una fotografía precisa del estado de la entidad. Convertir la borrosa fotocopia en blanco y negro que KPMG había realizado muy por encima en una imagen Full HD y a alta resolución de la situación real del Valencia en verano de 2014. Buscaron, y encontraron. Mucho más de lo que esperaban, por desgracia.

MUCHO MÁS QUE «CAMPOS DE NARANJOS»

Porxinos resume en apenas ocho letras los últimos veinte años de vida política, social y urbanística en la Comunitat Valenciana. Explicar el asunto desde cero es quizá uno de los ejercicios de equilibrismo informativo más complicados de la actualidad, al embotar a las fuerzas políticas, económicas, sociales, vecinales y ecológicas del lugar en una coctelera jaulagrillesca de intereses, medias verdades y diversos puntos de vista.

Una visita de una jornada completa al pueblo de Ribarroja, por fortuna, ayudó a esclarecer diversos puntos oscuros. Pasear por los campos de naranjos, tomar fotografías desde las alturas y conocer personalmente a los protagonistas de un culebrón de récord -el litigio va camino de cumplir una década de existencia- supusieron una experiencia increíblemente enriquecedora.

Arrancamos. A finales de 2004, todavía con el sabor a gloria del doblete en las papilas gustativas, Consuelo Rubio convenció a su marido, el constructor Juan Soler, de que sería buena idea darle la patada al por entonces presidente Jaume Ortí para ocupar su lugar. Después de todo, Soler era el máximo accionista después de que su padre, el también constructor Bautista Soler -uno de los primeros exponentes de ‘self-made man’ a la valenciana con Turís como punto de partida-, depositase en su figura el 37% del capital social del club. «Ese asiento te pertenece», le susurró su mujer en Mónaco, nada más ganar la Supercopa de Europa. En Bremen, semanas después, Soler ya ocupó la silla presidencial, enseñando la puerta de salida a ‘Bonico’. También aquella noche la fulgurante carrera de Vicente Rodríguez empezó a desplomarse tras una salvaje entrada al tobillo, así que el drama en tierras germanas acabó siendo completo.

Dicho y hecho: tras cargarse a Ortí, tocaba dotar al Valencia de todo el lujo y el glamour que le correspondía al Mejor Club del Año 2004 según la IFFHS. Y eso, claro está, requería de una nueva Ciudad Deportiva. Sin demasiado ruido, el 22 de septiembre de 2004 se configuró la empresa Litoral del Este, dedicada a «la compraventa, arrendamiento -no financiero-, rehabilitación y restauración de todo tipo o clase de inmuebles de naturaleza rústica y/o urbana». Su capital social inicial, el habitual en aquella época: 3.010 euros, el mínimo legal para configurar la sociedad limitada. Con poca o ninguna publicidad, comenzó a adquirir opciones de compra sobre los terrenos ubicados en la Masía de Porxinos. En total, unos setenta propietarios se dejaron seducir por el olor a talonario fresco. Otros, en cambio, se negaron en redondo.

A la postre, Litoral del Este amasó en torno a 1.500.000 metros cuadrados de suelo en Porxinos. A principios de 2005 se mantenía el sigilo, aunque sus reuniones y almuerzos con el alcalde Francisco Tarazona era ‘vox populi’ en una localidad pequeña y familiar. El resto de municipios de Camp de Turia esperaban el maná, pero Ribarroja había atado firmemente la futura Ciudad Deportiva del Valencia. Los vecinos estaban entusiasmados, con encuestas municipales con el 80% de los consultados respondiendo positivamente a ver al Valencia entrenar en su localidad. Soler jugaba al despiste afirmando que allí se iban a construir viviendas en una urbanización de lujo. El BORME de junio de 2005 destaparía a posteriori un nuevo objeto social, el real, de Litoral del Este S.L.: «La promoción, construcción, ampliación, mejora y explotación de las instalaciones deportivas del Valencia CF S.A.D. incluso mediante la urbanización, gestión, promoción y compraventa de suelos y edificios». ¿Y cuál era el socio único de la empresa? El Valencia Club de Fútbol.

El «pelotazo» -Juan Soler dixit- estaba al caer.

PROTAGONISTAS DE LA JUGADA

Eran los meses de vino y rosas, de loas perennes a la gestión del flamante presidente, quien regaba generosamente los rosales de aquellos que le bailaban el agua noche y día. El habitual margen de confianza en su primer año de mandato comenzó a resquebrajarse en 2006 a medida que sus decisiones lastraban con pesadas losas la caja del club. Nunca en la historia del club se tuvo tanto potencial para crecer, y nunca se gastó tanto dinero inútilmente. Los menos empezaron a preguntarse en voz alta por los dispendios y barbaridades cometidas, granjeándose la enemistad del discurso oficial e incluso el veto. Los más, apelando al populismo, siguieron danzando cual marionetas manejadas por el célebre titiritero Señor Dinero.

Centremos de nuevo el tiro: marzo de 2005. El conseller de Territorio y Vivienda, Rafael Blasco -condenado una década después por el ‘Caso Cooperación’- dio su OK al proyecto de la nueva Ciudad Deportiva. La nueva casa del Valencia iba a ser construida sobre las lomas de El Frare, en Ribarroja, y Las Rodanas, en el término adyacente de Vilamarxant. Casi dos millones de metros cuadrados, de los cuales Litoral del Este era propietario del 75%. La mayor parte del suelo era empleado para campos de naranjos, con algún chalé esporádico, un campo de tiro y vegetación que convertía a Porxinos en uno de los ‘pulmones’ de Camp de Turia. En consonancia, en el mes de abril se configuró la plataforma Salvem Porxinos, opuesta al proyecto y que abogaba por la construcción de la Ciudad Deportiva en otro emplazamiento dentro del término de Ribarroja. La asociación contaba en su inicio con presencia de partidos políticos y sindicales opuestos al alcalde Francisco Tarazona, aunque con el paso de los meses acabaría menguando hasta dejar prácticamente en solitario a los vecinos.

Blasco, Juan Soler, Tarazona y la oposición, capitaneada por Salvem Porxinos. Las piezas se dispusieron sobre el tablero. El pleno del Ayuntamiento debatió sobre el Plan de Acción Integral (PAI) en plena espiral de polémica. «Ribarroja se hará famosa», dijo Tarazona aquellos días. También el propio alcalde saltó a primera plana, acusado por la oposición de ser dueño de terrenos afectados por la recalificación -45 hanegadas que reportarían a su familia 900.000 euros-. La alcaldesa de Carlet, que pasaba por allí, casualmente también era propietaria de 300 hectáreas que se tradujeron en 3,6 millones de euros directos a sus bolsillos. El 14 de abril, Juan Soler resumió todo lo acontecido con adorable ingenuidad: «Es un ‘pelotazo'», proclamó, repitiendo el vocablo mediante el cual Salvem Porxinos había martilleado con insistencia en semanas precedentes.

Aquella frase, cuentan, sentó como una patada testicular en el consistorio de la localidad: una cosa es que la oposición lo diga, y otra que tu ‘socio’ en la operación lo reconozca abiertamente. Tarazona montó en cólera: «Las palabras de ‘pelotazo’ que dijo Soler le costarán de 18 a 24 millones de euros más», bramó días después a Las Provincias. Juan Soler y sus cosas.

Mientras en el Ayuntamiento se exigían contraprestaciones antes de rubricar el PAI, Soler hacía camino y anunciaba que la promotora Nozar iba a hacerse cargo de la construcción de la Ciudad Deportiva. Así, Litoral del Este -cuyo socio único, recordemos, era el Valencia- vendió el millón y medio de metros cuadrados a dicha empresa. El secretario Enrique Lucas argumentó la necesidad de liquidez inmediata como explicación: «En estos momentos es mejor tener veinte mil millones de pesetas en la mano que conseguir cuarenta mil de varios ejercicios», apuntó. Blasco, Soler y Tarazona se vieron las caras el 18 de abril al tiempo que el PSOE definía la operación de «rapiña» a Ribarroja. Soler amenazó con llevarse el proverbial Scattergories deportivo a otro municipio para presionar al alcalde. Tarazona retrucó pidiendo un compromiso de permanencia de cincuenta años (!) en la localidad.

En el Palau de la Generalitat, Francisco Camps silbaba despreocupado. «Todavía no hay información que valorar», se limitó a declarar. Los técnicos del Consell no estaban tan tranquilos y rogaban encarecidamente al Valencia que eliminase del proyecto unas mil viviendas de las 3.500 previstas para medio millón de metros cuadrados de suelo residencial. Hasta un amante del exceso como Blasco reconoció que la cifra original era «desproporcionada». Salvem Porxinos proseguía con sus reclamaciones hasta lograr una pequeña victoria moral: Tarazona renunciaba a la recalificación de sus tierras, dejándolas fuera del PAI. Las posturas se acercaron y las diferencias se limaron. Después de que Soler redujese finalmente en 700 el número de viviendas a edificar, el 22 de abril de 2005, el Valencia CF y el Ayuntamiento de Ribarroja anunciaron un principio de acuerdo para el proyecto «Mas que Porxinos». A finales del mes de junio, el pleno de Ayuntamiento aprobó con los votos a favor del PP (9) y la oposición del PSOE (7) y EU (1) el plan.

En aquellos días se dijo y se escribió que los problemas del Valencia desaparecían de un plumazo.

Nadie se atrevió a reflejar que, en realidad, sólo acababan de empezar.

 

* Artículo original publicado en Diario de Mestalla el 18 de septiembre de 2014

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