Mel descubre los puntos Flacos

27 Oct Mel descubre los puntos Flacos

La montaña rusa en la que nos vemos envueltos semanalmente ha alcanzado hoy otro de sus valles. El Valencia vuelve a las andadas a domicilio tras dos victorias esperanzadoras en los últimos días. Su tropiezo en Heliópolis (1-0) reabre viejas heridas y llena de dudas nuevamente un horizonte que parecía despejado tras la goleada en Minsk.

Ganar dos partidos no otorga la autoridad para hacer lo que hizo Pellegrino el pasado viernes. Retar públicamente a la prensa, a toda la prensa, para posteriormente dar un golpe sobre la mesa y levantarse airado de la comparecencia en la que estaba inmerso es un detalle feo pero que, además, refleja perfectamente la tensión permanente en la que vive el valencianismo a día de hoy. El «barrejat» de alegrías y tristezas al que nos estamos acostumbrando esta temporada es peligroso no sólo en el plano deportivo, sino también en el comunicativo. Es cierto que no debe ser agradable ver cómo hay medios -o directores de medios- muy concretos cuyo único entretenimiento últimamente parece ser tomar partido y meter baza en una absurda guerra entre porteros del mismo club, pero un entrenador de élite debe estar por encima de asuntos de semejante calaña. Y, sobre todo, no meternos a todos en el mismo saco.

Dicho esto, vamos al fútbol. El Valencia no mereció caer derrotado en su visita al Betis. Eso nadie lo discute. Pero, una semana más, podemos focalizar los problemas en los dos puntos que más quebraderos de cabeza están dando al cuerpo técnico en las últimas semanas: el sempiterno boquete defensivo en el centro de la zaga, y la paupérrima efectividad en ataque. La ecuación es sencilla: sin error de Rami en el gol verdiblanco, y si Soldado hubiese embocado alguna de las clarísimas ocasiones de las que dispuso, no estaríamos hablando de una derrota en el Villamarín. Hace siete días, tras la desastrosa primera mitad ante el Athletic Club, no escondí mis preferencias: a día de hoy, me siento más cómodo, o identificado, o seguro, con Ricardo Costa y Carlos Delgado en defensa que con Rami y Víctor Ruíz. El galo, con su garrafal error en el 1-0, ha vuelto a reafirmarme en mis creencias.

¿Y en ataque? Creo que ahorraremos saliva, tinta, ciberespacio y esfuerzo si comenzamos ya a asumir que Roberto Soldado, con todas las cualidades positivas que atesora, es un futbolista que convivirá durante gran parte su carrera con periodos de carestía cara a gol más prolongados de lo que nos gustaría. Es un «killer», un finalizador, un tipo capaz de meterte tres, cuatro goles si tiene el día. En las buenas, Roberto encadena una serie de partidos con «duende» cara a portería… para luego volver a la sequía durante otras tantas jornadas. Asumamos su rol como líder y goleador, con una autocrítica que ya quisieran para sí muchísimos futbolistas, al tiempo que admitamos que le hace falta, al equipo le hace falta, otro complemento anotador con olfato y facilidad para ver puerta. En su día, el Valencia podía permitirse encomendar su suerte al tino de David Villa en ataque. A fecha de hoy, hace falta una alternativa -real- a Soldado cuando el de Don Bosco, como hoy, no tiene su tarde.

La apuesta de Pellegrino por los tres centrocampistas (si uso el término «trivote» la mitad de técnicos de la Escuela de Entrenadores son capaces de colgarme del palo mayor) fracasó ante el equipo de Pepe Mel por un motivo muy sencillo: el técnico del Betis olió la jugada y contrarrestó desde el primer momento dicho movimiento táctico. Sobre el césped, especialmente en el primer periodo, quedó claro quién había preparado con más esmero la cita del Villamarín. Mel ajustó líneas, presionó en los puntos claves y la presencia de Salva Sevilla en la medular otorgó mayor inteligencia y rigor táctico a un centro del campo tocado tras la inesperada baja de Beñat. En el segundo tiempo, Pellegrino corrigió la apuesta (la entrada de Banega fue clave), y el equipo mejoró sus prestaciones.

Pero esa es otra de las lecciones que deja el partido: en el fútbol de 2012, las alineaciones no valen de una semana para otra, ni siquiera de un partido para otro. Siempre hay que buscarle las cosquillas al rival y dejar lugar para la sorpresa, bien en forma de alineación o de disposición. Encontrar debilidades donde a priori parece no haberlas. Por algo los llaman «puntos Flacos».

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